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Si alguna vez está por las playas del sur de Lima y ve una ballena en el cielo, no se sorprenda. No es que esté invertido el orden natural de las cosas, que los cetáceos hayan adquirido nuevas habilidades o que alguien esté intentando jugar con su lógica; sencillamente se trata de “La Orca”, el avión ultraligero de un ex senatino apasionado por las naves y que suele volar por esa zona de Lima. Su nombre: Armando Barrientos.

Se dice que armar y desarmar objetos es emocionante para los niños, pero con el transcurso de los años este interés se suele perder para solo permanecer en personas inquietas e inteligentes. Armando nunca perdió ese interés: vive dentro de él una especie de escozor por continuar montando objetos. Y es por eso que, indica, alguna vez dejó de estudiar ingeniería de sistemas para iniciar la carrera de mecánica automotriz en SENATI, porque lo suyo eran los fierros y la inquietud de hacer que las cosas tengan movimiento propio. Lo que descubriría des-pués era que prefería que volaran los artefactos y vehículos con los que estuviera en contacto.

UNA PASIÓN

Armando recuerda cómo se inició este romance con la aviación, con la misma exactitud como un adolescente recuerda su primer idilio. Empezó con el aeromodelismo y luego no paró.

Rememora que acompañó a un amigo suyo a comprar un regalo para su hermano por su cumpleaños y buscando opciones ambos se encontraron con una tienda de hobbies en el distrito de Surco, donde vendían pequeños aviones y autos a control remoto. Él sugirió: “¿Por qué no le compras uno de estos a tu hermano?”, señalando un aeromodelo radio controlado y quizás guiado por su subconsciente.

Pocos días después, él estaba al lado del hermano de su amigo intentando hacer volar el aparato, incluso mucho más emocionado que el propietario.

“El avión no duró ni cinco minutos. No es sencillo volar un avión radio controlado. Piensas que es arriba izquierda, derecha, y ya está. Hicimos ‘puré’ el avión en el primer “vuelo”, cuenta sonriendo.

Como muchos, en ese momento pensó que un avión radio controlado era un juguete, y no es así. Es más, afirma que resulta hasta frustrante tomarlo como tal, porque suele pasar que en el primer vuelo termina la diversión y la experiencia. Esto no sucedió con él, pues decidió comprar su propio avión radio controlado.

“En el aeromodelismo hay aviones para aprender a volar, los trainer, luego tienes los aviones de ala alta, los deportivos, etc. y vas ascendiendo de acuerdo a tu habilidad. Yo compré mi primer avión teniendo un solo criterio: que sea bonito”, recuerda.

Su primer avión radio controlado lo armó fascinado, siguiendo meticulosamente las instrucciones y cuidando las piezas. A tres semanas de haber sido construido el avión esperaba su primer vuelo; el miedo a quebrarlo detenía a su dueño, por lo que buscó asesoría para estrenarlo.

En internet encontró un instructor de aeromodelismo, se citaron, el instructor al ver el avión que había comprado le dijo: “No te puedo enseñar a volar este avión”. La respuesta indignó a Armando. Viendo esta reacción, el especialista lo invitó a ir un fin de semana a Campo Mar U, un lugar donde los fanáticos de estos aparatos solían reunirse, para que vea de qué se trataba el aeromodelismo.

“Ese fin de semana casi destrozo otro avión”, recuerda. El instructor tenía razón: para iniciar requería un modelo trainer donde hiciera sus pininos, si quería aprender a volar.

“El trainer es un avión muy dócil para volar, aguanta golpes, puede volar muy lento y por su configuración es un avión que automáticamente se endereza. Un avión normal es muy nervioso cuando tienes el ala abajo. Es como manejar un auto a mucha velocidad: debes tener tino y experiencia, porque ante cualquier efecto adverso puedes generar un accidente”, enfatiza.

Una vez que aprendió a volar un avión radio controlado Armando no se detuvo. Empezó a armar uno tras otro.

“En un momento tuve 14 aviones radio controlados de todo tipo. “Llegué a tener aviones jet a turbina, helicópteros. Armé uno de cuatro metros de largo. Era el aeromodelo más largo de Sudamérica. ¡Así era de loco!”

Armando terminó de estudiar mecánica automotriz en SENATI en el 2000 y laboró en talleres de mantenimiento de autos, lo que incluyó preparación de motores para competencias.

Por diversas razones desembarcó en el negocio del mantenimiento de equipamiento de restaurantes y cafeterías. Actualmente, desde hace diez años y desde su propia empresa de servicio técnico e importación de máquinas de café, atiende a cerca del 95% de hoteles y restaurantes.

“Estudiar en SENATI me sirvió mucho en el tema del equipamiento de las máquinas de café. Porque, aunque no lo parezca, son equipos altamente complejos, pues tienen componentes y sistemas electrónicos, hidráulicos, mecánicos, etc. Hoy incluso tienen bluetooth y pantallas touch screen”, señala.

EL VUELO …

El aeromodelismo es probar ligeramente la aviación, es una invitación a la experiencia de pilotar una nave real. Armando ya tenía inoculada esa inquietud: había usado simuladores de vuelo en computadoras, iba a desfiles de aviación, cada vez se informaba más acerca de cómo podía tripular un avión. Siempre quería más.

La oportunidad se dio cuando los aeromodelistas tuvieron que buscar una nueva ubicación para volar sus aparatos, porque en Campo Mar U ya no había espacio para ellos. Así, aterrizó en el aeroclub Alas del Mar de Santa María.

“Nos dieron un espacio para volar nuestros aviones radio controlados. Mi contacto con aviones reales y pilotos me impulsó a llevar un curso de vuelo”, evoca.

A la cuarta hora del curso de vuelo ya estaba en el aire. Comenta que la sensación de controlar un aparato en el aire era tan increíble que prácticamente pocos días después tomó la decisión de comprarse un avión ultraligero, sin siquiera haber aprendido a volar del todo un aparato.

“Tengo un amigo que también había decidido comprarse uno; invertimos y compramos dos kits de Estados Unidos. Te mandan una caja con tubos de aluminio, remaches, una tela que se llama ceconite, que es una tela de aviación; el motor y manuales. Obviamente todo esto es aviación experimental, y tienes que asesorarte con gente que sepa armar este tipo de aviones”, recalca.

Recuerda que armarlo y pensar en volarlo le generaba una doble emoción. Le tomó nueve meses y medio armar el avión en un hangar del aeroclub. Todos los días hacía el trayecto Lima – Santa María para avanzar en este proyecto, colocar los más de diez mil remaches, controlar la calidad de cada pieza, asegurarse que todo estuviera correctamente dispuesto.

Armando dice que el tipo de nave que adquirió tiene un vuelo denominado cetáceo razón por la cual, junto a su novia, decidieron bautizarla como “La Orca” y la hicieron pintar tal cual.

“Volar un ultraligero te da una perspectiva que no ves en otro tipo de aviones. Tengo amigos que son pilotos comerciales y que vuelan Airbus, Boeings y no se atreven a subir a un ultraligero, porque un ultraligero es lo más parecido a volar como una bruja, porque el avión no está fuselado. La sensación que tienes de volar es que estás al aire libre”, precisa.

Armando culminó su curso de vuelo aerodeportivo con profesores experimentados hace tres años y hoy vuela “La Orca” con una destreza única. Junto a otros pilotos de ultraligeros del aeroclub realiza viajes pequeños al sur del país. Afirma que están evaluando realizar una travesía por tramos hasta Guayaquil (Ecuador).

Este senatino de alma intrépida no se detiene. Actualmente ya está pensando comprarse un segundo ultraligero. Nosotros, al otro costado de la mesa, le decimos que prácticamente estudió una carrera para armar y desarmar naves. Él señala que eso no es cierto. Que su preparación técnica en SENATI la aplica en toda su vida, desde sus negocios hasta la aviación.

Para él haber estudiado mecánica automotriz resultó un complemento único para todo lo que ha emprendido.

“Yo siempre estuve convencido de estudiar mecánica automotriz, pero nunca pensé que iba a terminar en aviación. Mi sueño fue estar metido con los autos. Digamos que cambié un poquito mi sueño, pero la base de la mecánica automotriz sigue ahí, incluso en la aviación, porque hay rasgos parecidos. Básicamente los conocimientos que adquirí en SENATI me sirvieron en todo”, subraya.

En efecto, señala que el motor de un avión no es tan distinto que el de un auto. El concepto es el mismo. La diferencia es que los motores de la aviación tienen sistemas de redundancia de seguridad: doble encendido de bujía, una segunda bomba de respaldo de gasolina, parámetros para visualizar la temperatura de culata, la temperatura refrigerante, etc.

 Armando vuela con pasión su avión ultraligero. Una vez que despega, se desconecta de las complejidades del mundo y piensa más en él, en que está conduciéndose a sí mismo y que necesita seguir descubriendo nuevas cosas. Piensa en los detalles de su avión, los sonidos que emite, la forma cómo se desplaza en el aire, en los indicadores del tablero, en sus nuevos proyectos. En suma, en continuar haciendo de su vida un vuelo perfecto.

 

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