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Marina Mejía es una profesional de la moda en su más nítida expresión. No sólo está atenta a las nuevas tendencias, su mundo de creaciones y estilos rebasa la creatividad y hoy se ha emparentado con la tecnología, logrando potenciar su talento. La mayor muestra de ello es un escáner corporal 3D que es el único de su tipo que existe en el país y el segundo en Latinoamérica (un equipo similar hay en Argentina).

La magia de esta tecnología, cuenta Marina quien ha sido consejera nacional de SENATI, es que permite que el diseño de las prendas se haga a la medida de la persona que las va a usar. La máquina moldea la figura creando un ‘avatar’ en la pantalla, de tal manera que brinda información respecto a la talla, extensiones y medidas mucho más precisas.

“Ingresamos la información y sale la persona tal cual, a la medida, la complementamos con algunas fotografías teniendo prácticamente el ‘ávatar’ de la persona. Esto nos permite no solo diseñar a la medida sino dar a las personas consejos sobre qué deben usar para resaltar sus respectivas personalidades”, señala.

El escáner entrega al diseñador muchos detalles haciendo más sencilla su labor, pues de esta manera podrá plantear estilos, jugar con colores y ser arriesgado en su propuesta antes de trasladar la idea hacia el mundo real con el primer corte de tijera sobre la tela de la futura prenda.

La tecnología en el diseño es ya una imperante. Marina tenía muy en claro este tema cuando decidió invertir en la compra de esta máquina y de otras que se encuentran en su centro de manufactura, por lo que cuando empezó a exportar sus creaciones, hace algunos años, decidió que todos los recursos que generara la colocación de prendas en el exterior se orientarían a la adquisición de tecnología. Hoy su empresa cuenta con una serie de implementos y soluciones tecnológicas que demanda una industria moderna. Además, la tecnología ayuda en gran medida a alcanzar las exigencias actuales de mercados externos.

“Hemos invertido en tecnología, sistemas para moldes, diseño, corte, e inclusive para aspectos administrativos y colocación de código de barras, explica.

El escáner corporal fue adquirido hace un año como parte de su política de innovación. Marina Mejía tiene 30 años en el negocio del diseño de modas, siendo actualmente la presidenta del Comité de Confecciones de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI). Este cargo le permitió, hace algunos años, ser nombrada como consejera nacional de SENATI (primero alterna y luego titular), involucrándose enormemente con la educación industrial.
  
De esta manera, participó en la formación de la Carrera de Tecnología de Diseño y Prendas de Vestir elaborando su plan curricular. Su talento lo continúa compartiendo con varios senatinos que actualmente trabajan en su taller.

Marina es una estudiosa e investigadora de la moda y las tendencias internacionales por lo cual permanentemente es invitada a dictar conferencias y cursos especializados en estos temas. Su visión es amplia y completa, siendo una profesional a carta cabal. Explica que el diseño de modas ha escalado varios niveles, ya no solo es suficiente tener buen gusto y trasladarlo a una prenda, o tener un producto de calidad, pues si no se tiene un producto innovador es casi seguro que el diseñador saldrá del mercado.

“Hoy el diseño es prácticamente inherente al producto, al igual que la calidad. Entonces la nueva apuesta es por la innovación. Innovar no es solo hacer las cosas diferentes, sino es pensar qué hacer, cuándo y cómo”, explica.

 

LA EXPERIENCIA MANDA

Si hubiera mantenido el deseo de su padre de terminar una carrera universitaria, es probable que Marina hoy tendría una cátedra de economía en algún centro de estudios prestigioso, pero estaría muy alejada de sus sueños y sus proyectos de vida. Desde niña era amante del arte, siguió una carrera universitaria para hacerle caso a su progenitor. Un verano, que recuerda con mucha claridad, cuando trabajaba en un colegio, el diseño gráfico le hizo un coqueteo y se matriculó en una clase. El salto al diseño de modas fue más sencillo, unas chicas de este mismo instituto ya empezaban a orbitar alrededor del universo de la moda animándola a hacer lo mismo, fue cuando Marina se dio cuenta que ese coqueteo con el diseño era verdadero amor.

“Me llamó mucho la atención, empecé a averiguar sobre cursos en varios sitios. Desde ese momento comencé a fabricar prendas, mandaba mis diseños a que los hicieran unas costureras de la Hacienda Cartavio y los vendía a gente que conocía”, indica.

Como pequeña productora textil, se inscribió en la Sociedad Nacional de Industrias, siendo luego becada por la Agencia para el Desarrollo Internacional del gobierno norteamericano para hacer una especialidad en Producción de Prendas de Vestir en cinco ciudades de Estados Unidos. De regreso a Perú, presentó su primera colección de algodón llamada “El algodón es mi moda”.

Su capacidad creativa la ha complementado con su tesón y ánimo para sacar sus proyectos adelante. Recuerda que su primer paquete de confecciones lo vendió a la boutique de un pariente suyo quien le había puesto la puntería a sus trabajos, comprándolos inclusive antes de que estos fueran fabricados.

Pero su salto ha sido gracias a la participación con su propio producto, en una feria donde también figuraron otras conocidas marcas del rubro. “Nadie salía con su nombre y yo salí con el mío. Mi marca se colocó al lado de dos muy conocidas. Después del desfile, muchos reconocían mi marca inmediatamente”, señala.

Después de esa experiencia comenzó a vender a nivel nacional, luego seguirían el mercado chileno y el estadounidense. Marina ha seguido estudios de especialización en Marketing de Moda en el Instituto Textil de la Universidad de Rueutlingen en Alemania y Gestión de Empresas de Confecciones, dictado por la Escuela de Economía de la Universidad de Finlandia. Desde entonces Marina no ha cesado en su intenso trabajo en el mundo de la moda y la industria de confección.

Actualmente en su centro de producción cuenta con tres senatinas. Una de ellas, Fernanda, es quien maneja con destreza el escáner, casi como si ella hubiera fabricado e inventado todo su software. Marina cuenta que los estudiantes de SENATI, desde su formación, están muy vinculados al mundo de la moda de una manera industrial. “Dominan muy bien los programas y prácticamente conocen la funcionalidad de todo”, remarca con entusiasmo.

Insiste que para ser diseñadora de modas hay que ser profesional, hay que conocer de materiales, contar con infraestructura, y a eso agregarle la fórmula de ser innovador, invertir en tecnología. Explica que en el Perú hay manos hábiles, mucha creatividad, pero persiste una demanda de profesionalismo: desde el diseño hasta la venta final.

“El otro tema son las tendencias de modas que se forman en el mundo con dos años de anticipación, cuando tú quieres exportar o estar a la vanguardia en el mercado, necesitas tener acceso también a esa formación. Los productores tienen que ubicar la tendencia mucho antes que ya estén en el mercado, hay que estar un paso adelante”.

En su centro de operaciones todos hacen de todo, incluyendo ella. Si en un momento está cortando, otras se encuentran tejiendo o planchando. Eso sí, los detalles son valiosos e importantes, por lo que todo su personal trabaja con la perfección que ha demandado la construcción de su marca. Marca que lleva su nombre: Marina Mejía.

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